La montaña de Montserrat, con su caprichosa geología y una belleza que algunos han dado en llamar sobrenatural, es sin duda el relieve más característicodel Geoparque Mundial UNESCO de la Cataluña Central. La red mundial de geoparques, implementada en 2015 por este organismo de las Naciones Unidas especializado en educación, ciencia y cultura, se constituyó para conservar y dar valor a los espacios de interés geológico. Su objetivo es preservar a largo plazo estos registros de la historia de la Tierra, testigos clave de la evolución del planeta. Y, sin duda, Montserrat tiene mucho que contarnos acerca de ella.
Comprender el origen de esta montaña –popularmente considerada mágica por las muchas leyendas de las que es protagonista– requiere hacer un viaje en el tiempo: debemos retroceder hasta el Eoceno, una época que se sitúa hace aproximadamente entre 41 y 37 millones de años. Fue entonces cuando se empezó a gestar este emblemático macizo montañoso que en 1987 fue declarado Parque Natural, con límites que cabalgan entre las actuales comarcas del Bages, Anoia y Baix Llobregat. Su cumbre más alta, el pico de Sant Jeroni, alcanza los 1.236 metros de altura; otros picos a destacar son el Cavall Bernat, las Agulles, el Serrat del Moro, el Montgròs, Sant Joan y la Palomera.
En aquel remoto pasado, este paraje era radicalmente diferente al que hoy conocemos. Tanto que, si a bordo de nuestra máquina del tiempo pudiéramos sobrevolar lo que hoy es Cataluña, quedaríamos atónitos. Para empezar, el Mediterráneo no existía; en su lugar había una amplia extensión de tierra firme que se prolongaba hasta más allá de las actuales islas Baleares. En cambio, las comarcas centrales del territorio eran un gran mar cálido, similar al del Caribe, que discurría por el noreste de la península ibérica hasta conectar con el Atlántico. En toda la zona predominaban extensos deltas, en los cuales se iban acumulando los aportes de los ríos. Ese acúmulo de sedimentos empezó a definir la orografía de los actuales parques naturales de Montserrat y Sant Llorenç del Munt, que son el área protegida del Geoparque de la Cataluña Central.
Secuencia de la formación del macizo de Montserrat
Más allá, donde hoy se encuentra la localidad de Moià, se ubicaba una tranquila zona costera donde, hace unos 38 millones de años, empezaron a proliferar arrecifes de coral. Sus esqueletos de carbonato de calcio se convertirían a lo largo del tiempo en la materia prima principal —las rocas sedimentarias carbonáticas— de lugares como las cuevas prehistóricas del Toll. Se trata de uno de los pocos arrecifes de coral fosilizado visitables y una de las cuevas de Europa más ricas en fauna del Cuaternario, donde se han hallado restos de hipopótamos, rinocerontes, osos de las cavernas, leones, hienas….También sabemos que era un lugar concurrido por los neandertales, que habitaron estas tierras durante el Paleolítico.
Pero en cierto momento, hace 36 millones de años, aquel mar de la Cataluña Central empezó a retirarse. La causa fue el proceso de alzamiento de cordilleras como la de los Pirineos, cuya colosal emergencia se había empezado a gestar mucho antes, fruto de la colisión de las placas ibérica y euroasiática. A consecuencia de aquel descomunal movimiento tectónico, el mar quedó aislado del océano Atlántico y se convirtió en un gran lago salado que, al evaporarse, dejó como recuerdo ingentes cantidades de sedimentos en el territorio, entre ellos yesos y sales, componentes de las rocas sedimentarias evaporíticas.
Los yesos son hoy visibles en los pueblos de Artés y Calders, y las distintas sales (silvita, halita, carnalita…), que aún abundan en el subsuelo del Geoparque, serían objeto de una intensa explotación por los seres humanos, sobre todo en Cardona, Súria, Sallent y Balsareny. Las primeras evidencias de minería de la sal en la zona son muy antiguas: se remontan al Neolítico cuando ya se explotaba la halita en la montaña de sal de Cardona. También desde antiguo y de forma tradicional en estas tierras se han explotado largamente la arcilla, la caliza, el yeso y el carbón, recursos naturales que propiciaron durante siglos una actividad minera que ha dejado tras de sí un importante patrimonio.
Cuando por fin desapareció aquel mar, su fondo (del que hoy restan en la zona fósiles de diversas especies de vertebrados, foraminíferos, moluscos, equínidos o briozoos en las rocas de origen marino) fue tomado por ríos y lagos, cuyos sedimentos podemos identificar en el paisaje por lascoloraciones rojizas de sus rocas. En los últimos 10 millones años, y a consecuencia de los movimientos de la tierra, esos ríos que hasta entonces fluían en dirección a aquel antiguo mar (es decir, desde Montserrat hacia Manresa), cambiaron de sentido para desembocar en un emergente Mediterráneo que ya había conquistado el lugar que ocupa actualmente. En ese momento se iría configurando la nueva red fluvial actual, y el discurrir de importantes ríos, como el Llobregat y el Cardener, puso en marcha un proceso erosivo de las rocas que siguió modelando el relieve. Un proceso geológico aún activo que define el paisaje característico de un Geoparque cuya variada orografía se extiende a lo largo de unos 1.300 kilómetros cuadrados.
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